Los especialistas estudiosos del sueño humano están de acuerdo en la conclusión de que cada día dormimos menos y peor. La Asociación Mundial de Medicina del Sueño (WASM) es la entidad científica dedicada a profundizar en los pormenores de la vigilia. Y han concluido claramente que existe una silenciosa epidemia global que está invadiendo nuestros dormitorios y que atenta contra la salud y la calidad de vida de casi la mitad de la población mundial. La pandemia del COVID 19 no ha hecho sino agudizar esta tendencia, de manera que hay quien incluso presume de su capacidad para dormir solo 4 o 5 horas al día, algo que puede tener graves con secuencias para la salud.
Nuestro cerebro necesita dormir bien, una acción que, junto con una dieta equilibrada y el desarrollo de ejercicio físico, es una de las tres prácticas esenciales para una vida saludable. La edad influye directamente en las horas del sueño, pero en todos los momentos de la vida existen unos mínimos que resultan esenciales para la estabilidad física y mental. Cuando un individuo es privado de sueño aparecen claras consecuencias de enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y depresión.
Para poder conciliar el sueño y que éste sea reparador, hay diversos factores que deben observarse. La alimentación es uno de ellos ya que la dieta influye en la calidad y duración del sueño. Una dieta desequilibrada nos lleva al insomnio, porque el sobrepeso se vincula directamente con las dificultades para un descanso adecuado. Este panorama queda agravado cuando se constata que la falta de sueño está relacionada con la obesidad y a la diabetes, ya que dormir incrementa el apetito y la resistencia a la insulina, perjudicando la regulación metabólica.
Nuestro comportamiento durante el día también se ve afectado por las horas de sueño de la noche. Es un problema que se retroalimenta ya que si estás afectado por problemas de salud mental dormirás poco, y viceversa. Salir de ese pozo requiere en muchas ocasiones ayuda psicológica, medicamentos específicos o incluso terapia de conducta. Esta situación deviene en depresión y ansiedad, lo cual altera nuestra vida diaria. La falta de sueño afecta directamente a nuestra memoria, a la capacidad de aprendizaje, dos amenazas que pueden ir minándonos lentamente hasta que ya sea demasiado tarde.
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